"Si más no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra Independencia, de nuestra integridad y de nuestro honor, es porque más no hemos podido" - JUAN MANUEL DE ROSAS

domingo, 24 de mayo de 2009

A 200 años del primer grito: 25 de mayo de 1809

A 200 años del primer grito de independencia en el virreinato del Río de La Plata





Por Eduardo Rosa

Charcas, Chuquisaca o La Plata , la ciudad de los tres nombres era para Concolorcorvo la “más hermosa y bien plantada de todo el virreinato.
Desde que se descubriera plata en la cercana Potosí, que llegó tener, en 1625 160.00 habitantes, lo que lo hacia una ciudad más grande que Londres, la población de la zona había mermado al agotarse su riqueza.
La vemos en 1809 con apenas 8.000 pobladores, indios, mestizos y blancos, en su mayor parte dependiendo de la universidad de la audiencia o del obispado, lo que era una mezcla explosiva. Tan explosiva como el nombre de su zona, el “P'utusqsi” - de donde se deriva “Potosí”, que significa “explosión”, porque se cuenta que los incas ya habían descubierto la plata y cuando quisieron extraerla, una enorme explosión se los impidió, y por respeto a tanto celo telúrico no continuaron en su empeño.
Charcas fue fundada para ser cabeza del Virreinato del Perú y debió depender de Lima, Tuvo inmensas riquezas y solo le quedaron como fantasmas la magnificencia decadente de sus iglesias con altares de plata y la frustración de no ser.
Pertenecía, desde 1776 administrativamente al virreinato del Río de la Plata , lo que era una frustración más para esa orgullosa ciudad, ya que debía depender de la lejanísima y poco ilustre Buenos Aires.
La ciudad de los tres nombres y la triple corona por su audiencia real, catedral metropolitana y universidad Mayor era un nido de pleitos y discusiones, como toda población de funcionarios, canónigos, abogados y estudiantes y su mezcla de orgullosos hidalgos o comerciantes venidos a menos, en cuya sangre corrían parejos castizos blasones y orgullo indígena.
A fines de 1808 llegan rumores sobre la situación española que las autoridades traten de ocultar. Pero como no podía ser de otra manera, comienza la discusión en donde todos están contra todos. Cada grupo de presión, sean clérigos, militares jueces o autoridades trata de ganar un lugar en el previsible reacomodamiento de las cosas, hasta que de la universidad de San Francisco Javier se propone el “silogismo de Chuquisaca”
Premisa mayor: “Las Indias son un dominio personal del rey y no de España”.
Premisa menor: “El rey está impedido de reinar”.
Conclusión: “Luego las Indias deben gobernarse a sí mismas desentendiéndose de España”.
Desde enero de 1809 la ciudad se convierte en un infierno de discusiones. Esto se agrava con la certeza de las operaciones de los “Carlotinos” que trabajaban para coronar en América a Carlota, esposa del rey de Portugal y hermana de Fernando VII rey español. Era una maniobra bien pensada, que pondría un rey en América y políticamente paralizaría las represiones previsibles de España y Portugal. Pero no interpretaba los deseos del pueblos.

El 25 de Mayo de 1809

Los estudiantes – impulsados por el joven tucumano Bernardo de Monteagudo – levantan al pueblo contra la entrega a los portugueses. A las 7 de la mañana del 25 de mayo la plaza Mayor se llena de gente; los canónigos echan a vuelo las campanas de la catedral a cuyo repique hacen eco todas las iglesias; la multitud exige la libertad de algunos presos; las autoridades acaban por concederlas. Hay manifestaciones. El comandante militar, Alvarez de Arenales, plegado a la rebelión organiza la defensa: moviliza e instruye a todos los hombres aptos para las armas y en poco tiempo reúne un ejército de 1.300 milicianos. Salen delegados : Mariano Michel va a La Paz , Bernardo de Monteagudo a Potosí y Manuel Moreno a Buenos Aires.
El presbítero Medina será la cabeza de la revolución, pero Domingo Murillo sería su alma. Hijo sacrílego de un sacerdote de una india paceña, fue educado cuidadosamente por su padre. Este le deja el legado de una buena biblioteca, pero él debe trabajar de minero y luego de escribiente. Reinicia su carrera de leyes a los cuarenta años; obtiene el título en Charcas en 1805 y abre en La Paz su bufete especializado en la defensa de indios.
La noticia de los tumultos de Charcas llega a Buenos Aires en junio. En el río de la plata eran más fuertes los Carlotistas y eso inmoviliza el apoyo, dado el sesgo fuertemente contrario a la maniobra de los Carlotinos, entre los que se encontraba Belgrano.
De otra forma, la revolución Nacionalista de Charcas, que era mirada con simpatía y desconfianza hubiera podido prender en Buenos Aires y junto a ella en todas las demás provincias cercanas y tal vez otra hubiese sido nuestra historia.
Lo cierto es que ya se cumplen los primeros 200 años del grito de independencia y esto se lo debemos a una ciudad que hoy se llama Sucre y está en Bolivia, aunque cuando se sublevó era parte de nuestro virreinato.

Eduardo Rosa – 24 de mayo del 2009

Como asumió Rosas su primer gobierno

UN GAUCHO EN EL GOBIERNO



por Oscar J. C. Denovi

PUBLICADO EN “EL TRADICIONAL” EN SU NUEVO FORMATO DE REVISTA QUE ACOMPAÑA COMO SUPLEMENTO BIMENSUAL LA REVISTA “EL FEDERAL” DE LA EDICION DEL 26 DE JUNIO DE 2008

No existen documentos conocidos, que nos hablen de la vida de nuestro gaucho en su niñez. Lo que se sabe de ella, son algunos datos que permiten reconocer aspectos de su vida infantil y adolescente, sus estudios sistemáticos y su inserción en un medio social y geográfico, que permiten inferir, junto a las características de su temperamento puesto en evidencia también por algunos actos aislados conocidos, su formación propia del hombre de campo argentino. No hay testimonios que relaten tales o cuales hechos de su joven vida de niño, salvo que en su época escolar, pasaba la temporada de receso, en la estancia de su abuelo materno, Rincón de López, y que terminado sus estudios elementales, fue a vivir en aquella estancia, ejerciendo las tareas de campo propias a la técnica de la época. Se conoce que participó sirviendo en el traslado de abastecimientos a un cañón, en las luchas libradas en la Reconquista de Buenos Aires en 1806, luego al año siguiente, incorporado al Regimiento de Migueletes, en la Defensa de Buenos Aires.(1)
Tenía para entonces trece años en 1806 y catorce en 1807 - nació el 30 de marzo de 1793 – edad en la que entonces, era habitual que los adolescentes (calificación contemporánea) intervinieran oficialmente o extraoficialmente – así lo hizo nuestro actor como muchos otros – ya que las leyes con respecto a la milicia establecían quince años para los que podían entrar en combate, no así para los que se entrenaban en los “alardes”, destinados a disuadir a los enemigos ya que se efectuaban a campo abierto, con la finalidad de ser vistos por los eventuales atacantes, debiendo saber montar y “blandir” algún tipo de arma, blanca (lanza, sable, machete) o de fuego (pistola, carabina o fusil). Era y es normal, que las autoridades frente al hecho que menores tomen las armas frente a la agresión de un enemigo externo – y aun ocurre cuando el enfrentamiento es interno – hagan caso omiso de las normas, sobre todo cuando los acontecimientos están en los momentos más álgidos, es decir la lucha en la inminencia de iniciarse, o ya iniciada.
El lector de historia, ya sabe que nos estamos refiriendo a Juan Manuel de Rosas, que luego de los hechos de la agresión inglesa de 1806/1807, continuará su vida campestre en la estancia del Rincón de López, donde bajo la mirada de sus padres, y la hábil conducción de un capataz mestizo de Pampa (tehuelche guenaken), aprendió las técnicas del trabajo ganadero y agrícola. Pialar, enlazar, pechar el vacuno cimarrón, domar el caballo, herrar, carnear, conducir un arado, ungir los bueyes, en fin todos los secretos del rudo trabajo de la cría vacuna o equina, la vaquería, o el acondicionamiento de los elementos auxiliares a la vida rural – poner el tiro a una galera, un carro o una carreta, u otros vehículos de tiro, ensillar un recado-. Su fortaleza física, su vivacidad captadora de reflejos que permitían rápidas respuestas ante la circunstancia imprevista, y sobre todo su destacada inteligencia, pronto lo pusieron a la cabeza de los más hábiles y osados. Era el mejor de los gauchos. Por su carácter, basado en un temperamento tenaz, era el jefe, el caudillo que ya se insinuaba. Ya aparecía el hombre joven de varonil belleza física, que con su cabellera rubia y ojos azules, coronando una altura mediana – 1, 76 m. – complementaba aquellas dotes, provocando en el medio social que constituía su peonada y la de establecimientos vecinos, una suerte de magnetismo que hacía a una obediencia ciega.(2) El medio que exigía una suerte de militarización de esos mismos peones, donde aquel joven se destacaba por su inteligencia, valor y fortaleza, probada en más de una decena de ocasiones, estableció la simbiosis perfecta del jefe y sus soldados, una milicia que más parecía por su disciplina, un ejército europeo, que un conjunto de hombres armados, milicias criollas que abundaban en los campos, de un país bárbaro como era la argentina de entonces.
En 1811, Juan Manuel pasa a administrar la estancia de su familia por decisión de su padre, que consideró al joven con la madurez y el saber suficientes para comandar las actividades de la propiedad. Esta última función es el campo experimental que modela el jefe. Impone una férrea disciplina que lo abarca, es ante la “ley” que el concibe, un “primun inter pares”. Si él la infringe – lo que hace exprofeso – recibe igual castigo que sus peones. Con esto logra una rígida disciplina inconcebible entre personajes levantiscos, bravíos, carentes de todo freno. Pero esto lo logra porque es gaucho. Viste, vive, cabalga, tiene habilidades como sus subordinados, no es de sorprender que esa gente haya asombrado en 1820 al habitante de la ciudad de Buenos Aires, por su desacostumbrada postura disciplinaria en comparación con los cuerpos vistos por esa población. La comparación se hacía más contrastante, por la fiereza del tipo humano rural. Mezcla de indio en primero, segundo o tercer grado (en ocasiones con más generaciones antecedentes) sus facciones denotaban la tosquedad que Darwin describió con cierta prevención en su visita al campamento de la columna izquierda del ejército al llamado desierto en 1833. Sus rasgos patibularios según el naturalista británico, se suavizaban si en el transcurso del linaje – desde el primer apareamiento mixto hasta el último eslabón de aquel – se habían introducido otras mezclas de origen europeo (español o de otro origen) o acentuaban esa fiereza si por el contrario la introducción era de otros elementos indígenas en ese proceso.(3)
En ese año ante el orden y disciplina de los soldados “Colorados del Monte” se encontraron con indios o casi indios, pulcros, uniformados impecablemente, respetuosos del ciudadano, guardianes de los bienes y de la vida, y además bravíos combatientes que habían vencido a los rebeldes, o contenido las montoneras.
En 1819 ha sido nombrado Capitán de milicias, rango logrado por sus méritos en la campaña de Buenos Aires en la que aconseja al gobierno formar una Comisión de Hacendados y Labradores, cuya misión es organizar la seguridad de las haciendas que se encuentran en el territorio de la Pcia de Bs. As. que tiene como límite al sur el río Salado. Esto lo ha hecho desde su establecimiento “Los Cerrillos”, levantado en 1814 después de abandonar la administración de los bienes familiares, y de casarse con Encarnación Ezcurra.
Cuando se caso, tenia Juan Manuel 23 años, 18 su esposa, ambos se irán a vivir a aquel campo cercano a la guardia de San Miguel del Monte, fuerte de la línea de frontera interior que comenzaba en Chascomús, se continua en Ranchos, pasaba por Monte, y continua paralelo al Salado, hasta que después de sus nacientes, hacía punta en Melincué, ya en la Pcia de Santa Fe.
La ruda vida del campo continuó, como prolongación natural de la vida en el Rincón de López. Es el joven gaucho junto a su compañera – de carácter fuerte como él – que experimenta la dureza del clima, intensos calores en verano, intensos fríos en invierno, otoños grises y lluviosos, primaveras ventosas, y bajo esas condiciones el trabajo en el campo ganadero y agrícola. El medio social, que el dueño de la estancia iba modelando a las reglas de vida que aseguraban el mayor equilibrio para la convivencia, seguía siendo el mismo, los peligros de ataques de malones se repetían de vez en cuando. Desde allí, en sus recorridas por los campos cercanos, en las salidas “alardes” (4) para alejar algún peligro, o en las visitas a la ciudad, Rosas iba recogiendo la experiencia de sus observaciones, las observaciones del gaucho, que todo lo aprendía a partir de la experiencia absorbida por medio de la mirada de tales o cuales hechos o prácticas.
Un paréntesis se provoca en 1820, por los hechos que se producen en la ciudad de Buenos Aires según ya vimos someramente, y por el enfrentamiento posterior de la Provincia con las fuerzas de Estanislao López, que lleva a Rosas a tratar el pacto de Benegas, que firmará por Buenos Aires Martín Rodríguez. Esto obliga a Rosas y su gente a una vida volcada a lo militar, que lo aparta de sus prácticas gauchescas solo en las tareas y en forma parcial en la vestimenta. Su forma de vida en esencia, la de toda su vida hasta entonces, solo que ahora alejado de las prácticas regulares rurales, porque tampoco el ejército podía hacerlo totalmente, ya sea para alimentarse, o para guarecerse de las inclemencias del tiempo.
Pero en 1821, un desacuerdo grave que surge con el Gobernador Martín Rodríguez por un malón que sufre la ciudad de Salto, hace que Rosas renuncie a la jefatura de campaña de la Pcia. y se retire a sus establecimientos para atender sus negocios.
La experiencia recogida en este tiempo en que ha intervenido en política, le permite valorar en los años venideros los aciertos y desaciertos administrativos, las medidas económicas y financieras de la Capital que repercuten en el país entero (que llegan a sus oídos, pues conoce apenas el sur de Santa Fe y el este de la actual provincia de La Pampa) , las quejas de las provincias en orden a la absorción por el puerto de recursos que podían contribuir a un mayor desahogo económico de ellas, al sector social que se beneficiaba de las prácticas monopólicas porteñas, el predicamento federal y el unitario, el pensamiento de los caudillos, de Dorrego, etc.
En 1825 es encomendado por el Gobernador Las Heras integrar una Comisión con el Gral. Juan Lavalle y el ing. Felipe Senillosa, para trazar una nueva frontera con punto de apoyo en el Cabo Corrientes, lo que implica una negociación con los indios, enojados con el gobierno por la expedición punitiva injustamente llevada contra ellos por Martín Rodríguez, que él deberá llevar a buen término, lo que conseguirá en un famoso “parlamento” celebrado en Tandil en ese año.
Más adelante, en 1827, durante el interinato de Vicente López por renuncia de Rivadavia a raíz del tratado con Brasil de Manuel García, es repuesto como Jefe de la Campaña de Buenos Aires por el autor del Himno.
Es entonces que en esa función, consolidando el trabajo de amojonamiento realizado por Senillosa y Rosas en el seno de la comisión formada por Las Heras, fundará varios fortines que se convertirán en pueblos con el correr del tiempo: 9 de julio, 25 de Mayo, Junín, Bahía Blanca son entre otros, esas fundaciones.
En los tristes acontecimientos que se suceden a partir del 1 de diciembre de 1828, en que el Gobernador Dorrego fue derrocado, Rosas combate al lado del Gobernador depuesto en Navarro, a pesar de la falta de convicción de Juan Manuel de poseer fuerzas aptas para enfrentar las veteranas al mando de Lavalle. Luego tratará de convencer al Gobernador de reunirse con López en Santa Fe, pero este insiste en procurar reunirse con tropas del ejército, que la espera adictas a la legalidad. Por ello caerá prisionero de los Tenientes Coroneles Escribano y Acha, oficiales a las órdenes de Pacheco, que se habían sublevado a este General.
Consecuentemente, Rosas, investido por Estanislao López como Jefe del ejército que intentará recuperar la Provincia de Buenos Aires de las manos unitarias, después de derrotar a Lavalle en Puente de Márquez. Lo logrará hacia fines de 1829, y los inspiradores del asesinato del Coronel Manuel Dorrego, fusilado en Navarro el 13 de diciembre de 1828, se retiran de la ciudad de Buenos Aires y se refugian en Montevideo, constituyendo el embrión de la Comisión Argentina, que hostilizará el gobierno argentino desde la ciudad oriental del Río de la Plata, en los años siguientes hasta 1832, y acentuaran su hostilidad a partir de 1835 hasta conseguir en 1852 el derrocamiento del gobierno partidario del federalismo.

La experiencia adquirida

Lo que decimos a continuación, en parte esta inferido de los actos, los pensamientos conocidos, la acción pública y las actitudes de Juan Manuel de Rosas.
El cúmulo de la experiencia de vida, lo dio, a fines de 1827, su prolongado contacto con el sector rural, el gaucho y el indio por un lado, el estanciero y el tenedor (5) de la tierra por el otro. Digamos que nuestro gaucho infantil, joven después, hombre más tarde, ha madurado su vida sin cambiar su habitat, su cultura.
Ha tenido una experiencia militar sin tener una escuela que lo profesionalizara en la táctica y la estrategia (en realidad son muchos los que no hicieron escuela militar por la época)
Ha iniciado una organización productiva que se va integrando en forma sucesiva y coloca su principal establecimiento, “Los Cerrillos”, en la cúspide de la perfección de su época en la explotación agropecuaria. Este último aspecto se debe a su inteligencia sobresaliente, a su fortaleza y a su tenacidad. Es, sin duda, el “primun inter pares” de los gauchos. En ese estado de situación personal, lo encuentra cuando renuncia Rivadavia, Vicente López asume interinamente la falsa Presidencia de la República, institución que disuelve, convocando a elecciones de Gobernador para Buenos Aires, que determina el advenimiento de Dorrego.
La caída de Rivadavia va a traerle la restitución de la autoridad formalmente investida de jefe de la campaña bonaerense, uniendo la realidad de su autoridad real sobre la sociedad rural de la Provincia, con la de la investidura. Además de profundizar su prestigio, y de acrecentar su experiencia militar, ya que en la práctica lo colocaba en posición de jefe de todas las milicias provinciales, posición que se extendía al ejército asentado en el territorio de la provincia. Prueba de ello lo será, la construcción de los Fortines, Fuertes y Guardias, luego poblaciones, que hemos enunciado más arriba, construidos con intervención del ejército de la época, cuya institucionalización estaba aun en forma embrionaria, a pesar de su creación en mayo de 1810.
Rosas ha conocido en profundidad, la mentalidad de la gente de su estrato social, es decir de la clase principal, que se bifurca entre la burguesía enriquecida por la especulación comercial, y la aristocracia de sangre a la que pertenecía naturalmente, pero que ostentaba con la simpleza propia de los grandes, sin entrar en el “amiguismo” y la complicidad, manteniendo su jerarquía de jefe, no por su clase, sino por su autoridad intrínseca que mostraba su humanidad. No era postura ni investidura formal, era la encarnación misma de la rectitud y la hombría, era el dominio del superior moral sobre el más débil, el que buscaba cobijarse bajo esa fortaleza. Todo lo contrario, del que se encontraba en su posición acomodada por la tenencia de riquezas, o del perteneciente al sector de abolengo, que hacía de su posición social, materia de superioridad humana sobre otros individuos.
Lo primero, se manifestaba en su espíritu gaucho que inundaba toda su personalidad.

El gaucho en la lucha por la Libertad

El instinto gaucho hizo de este tipo humano un personaje aferrado al terruño, a las tradiciones, a las costumbres y prácticas lugareñas, a una forma de vida adaptada a su medio geográfico, climático, etnológico, folklórico y biosíquico.(estrictamente este último término engloba a los otros, total o parcialmente, pero siendo poco usual su utilización, preferimos incluirlo.)
Rosas, culturalmente, ha absorbido lo que el instinto gaucho hizo en su medio, lo ha comprendido después de asumirlo como propio. El querer popular por Dorrego, que es el mismo que sienten por él, debió operar como refuerzo de su conducta protectora de esas mesnadas de fieles dispuestos a dar su vida por el jefe político, y por el patrón severo y jefe de las fuerzas del orden que integraban. Haya sido así, o por los distintos caminos que identificaron a Dorrego y Rosas políticamente, (desde mucho atrás de este momento entre fines del 27 y transcurso del 28), con tan distintas personalidades, suscitaban la misma devoción por su comportamiento social y patriótico. Porque el Federalismo de ambos era el sentimiento gaucho de la Patria, y el gaucho era la Patria encarnada en los hombres que por ella luchaban.
Cuando la conspiración criminal derroca a Dorrego, Rosas ya conoce a los unitarios y a quienes colocándose en el extremo de la cosmovisión europeísta de estos, llegan al extremo de pretender la eliminación de los dirigentes federales (las cabezas de la Hidra, según la conocida figura usada por Salvador María del Carril).
Esto lleva a Rosas a constituirse en el Jefe Militar de la Confederación en la Provincia de Buenos Aires (ya era llamada así, la unión política de provincias que reconocía en Estanislao López su conductor, que delega en Rosas el mando del ejército para sofocar a Lavalle). En menos de un año, sin lucha después de la batalla de Puente de Márquez, Rosas doblega a los unitarios (Lavalle, jefe militar y gobernador de facto, busca la paz con Rosas en un memorable encuentro en el campamento del Restaurador).
¿Qué ha empleado Rosas, sino la astucia? Encerró la fuerza unitaria en la ciudad, y la obligó a permanecer inactiva, hasta que los políticos perdieran la paciencia, y creyendo que tenían una situación favorable, hicieron practicar violencia en una elección convenida entre el jefe unitario y el jefe federal. Astucia de quién conoce el oponente, y tiene una superioridad arraigada en la voluntad de sus seguidores.
Comprendiendo que el país no estaba maduro en ese momento para celebrar una compleja ley organizadora de la vida nacional, instruye a los representantes de Buenos Aires en la Liga Litoral, para lograr un acuerdo de unión de las provincias, que plasmara formalmente la unión de hecho que había predominado desde 1820. El 4 de enero de 1831 se firma el Pacto Federal por las provincias de la Liga, que en el término de poco más de un año logra ser suscripto por las restantes existentes en la Argentina de entonces. Nace la Confederación. Veintiún años había esperado el país para tener una ley suprema aceptada por las provincias, y esto se concreta finalmente, por obra de las provincias federales del litoral. Por obra de un gobernante con pensamiento gaucho, que comprende que la evolución que al ha visto en la naturaleza, el crecimiento paulatino de sus criaturas, las transformaciones del suelo según las circunstancias climáticas, era la ley que debía primar en la transformación de la ruda sociedad, en otra, era la maduración que debía generar las instituciones republicanas que el país necesitaba, conservando su Independencia, su “Imperium” sobre lo propio, sea esto territorio, río, lengua, cultura, religión, costumbres.
Había nacido gaucho, en el seno de la aristocrática familia Ortiz de Rozas, se había criado gaucho – lo dijimos anteriormente – había evolucionado gaucho, y moriría como gaucho en tierra extranjera, demostrando sus dotes personales más extendidas que las del gaucho – especialmente las intelectuales – pero más extendidas, más profundas, más omnicomprensivas, que cualquier otro hombre de su época en la Argentina, y posiblemente en América del Sur.


1) Es pertinente recordar que la negativa documentada por el profesor “Celesia” sobre esta última actuación, fue rebatida por el Dr. Alberto Gonzalez Arzac en el año 2006, por el simple expediente de ampliar la imagen de la documentación consultada por aquel, comprobándose que el Profesor leyó un término corregido en el documento, cuyo significado denotaba ausencia, cuando en realidad decía lo contrario. Celesia careció de la tecnología que en cambio si dispuso Gonzalez Arzac para interpretar correctamente lo que estaba escrito. Ver Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas Nº 66, pag. 8 a 25, cuyo autor es mencionado más arriba.
2) El tipo rubio, hombre o mujer, ejercía particular atracción en el medio social gaucho y indígena y ello se manifestaba en una suerte de subordinación psicológica de estos elementos humanos al que poseía esas características, salvo cuando era contrariado en sus intereses, creencias o amores, en cuyo caso, solía adquirir un odio extremo.
3) Esta observación debe tomarse como una ley general, proviene en este caso de relatos de cronistas del pasado que se refieren a los tipos humanos de esta parte de América, a ciertas costumbres que deformaban particularmente la cabeza, descriptas por dichos cronistas, a las que se refiere José Hernandez en su Martín Fierro, y que seguramente provocaban deformaciones en el rostro. A ello hay que sumarle las características propias de la raza amarilla que originó el mal llamado indio americano, y la etnía propia de las pampas de la Argentina, del Uruguay, del Paraguay y del este de la Patagonia. En menor medida, alguna mezcla con Ranquel (sur de San Luis) y con nativos del norte de Santa Fe, Córdoba y Mendoza, se entiende, siempre en la región “gaucha”. Esta imagen, predominante entre los pueblos cazadores y recolectores de esta región de las estancias, estaba más o menos conforme con sus expresiones culturales, religiosas, morales y políticas. Los primeros gauchos (gauderios) provenían seguramente del primer tipo de mestizaje, y sus costumbres, ampliamente difundidas por Azara, tenían mucho de la vertiente india. El contacto de este elemento con la sociedad en los Pueblos y Ciudades, donde tomo contacto con otras formas culturales y fundamentalmente religiosas, fue transformando paulatinamente sus costumbres.
4) La doctrina de defensa española, practicada en la Reconquista de la Península frente a los moros había ya establecido entonces (siglo X) el “alarde”, que consistía en salir al campo con armas y bagajes, con el objeto de practicar maniobras de combate. Una segunda finalidad era la disuasiva, el enemigo podía ver el número de combatientes que debía enfrentar, las armas que poseían, etc, solía ser suficiente para postergar un combate. En esos tiempos, época de murallas fortalecidas, este segundo aspecto solía dar resultado, porque la movilidad de los contendientes era limitada. La costumbre militar pasó a América, y se empleaba en la Argentina en las fronteras internas para enfrentar los indios, cuando estos merodeaban un fortín o una población. Desapareció en el primer cuarto del siglo XIX, porque los indios preferían el ataque sorpresivo. El alarde dio origen al vocablo más moderno que se refiere a una persona que hace ostentación de su peligrosidad, cierta o simulada.
5) El estanciero era un propietario por ser beneficiado por una “Merced de Estancia” en la época en que reinaban los reyes de España. Después de Mayo de 1810, el Estado encontró en las tierras públicas, una fuente de recursos con los que sufragar los gastos corrientes, y los requerimientos económicos de la guerra por la independencia. La tierra se vendió hasta que las exigencias hipotecarias a favor de la Banca Baring, (o sus representantes) obligaron a mantener la tierra pública en manos del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, y promover la entrega en concesión: Esto fue la ley de Enfiteusis. Hacia 1830 había en la Provincia tres tipos de propietarios, los antiguos beneficiarios de Mercedes de Estancia, los compradores de tierras después de 1810, y los enfiteutas que habían adquirido una concesión por veinte años (ese lapso establecía la ley) a partir de 1825/26.La tierra tenía escasísimo valor, y el estanciero no se diferenciaba en su vida y confort del que tenía el gaucho. Como el peón, debía trabajar a la par de él, solo lo distinguía la calidad de jefe y del dominio de las rudimentarias técnicas sobre los animales, bovinos, equinos y ovinos. Esta situación comienza a cambiar a partir de la explotación de la salazón de carnes hacia 1815, para los campos más cercanos de Buenos Aires y Atalaya (cerca de Magdalena), donde se establece un puerto para embarcar dichas carnes y otros subproductos. Muchos años después y mas allá de la mitad del siglo XIX, un importante saladero se estableció en el Tuyu, haciendo que su puerto (actual Gral.Lavalle) fuera el segundo del país en tonelaje embarcado.
El simple tenedor de la tierra, era aquel que por los mismos métodos de obtención de los tres expuestos más arriba, tenía dominio sobre tal o cual predio, pero no ejercía ninguna tarea sobre él. Generalmente vendía el permiso de “vaquería” que podía ejercer sobre cualquier animal que se encontrara dentro de la propiedad, que como no tenía límites precisos, tal permiso de accionar contra “mostrencos”, muchas veces caía sobre territorio que pertenecía a otro.
Mientras el primero era un productor primario y rudimentario, el segundo era un simple especulador, mentalidad que lo asemejaba en mucho, a la burguesía que se había formado a partir de la riqueza brindada por el comercio, en gran medida ilegal (contrabando) o inmoral (tráfico de esclavos), que en el siglo XVIII ocupaba el centro de la ciudad, de donde había desalojado a los descendientes de los fundadores, que debieron mudarse a los antiguas propiedades de tierras otorgadas por los fundadores fuera del ejido urbano.


Bibliografía: “Rosas en el destierro” Antonio Dellepiane Bs. As. 1936 Talleres Gráficos Argentinos.
“Vida de Don Juan Manuel de Rosas” Manuel Galvez – 3ra edición Editorial Tor
“Juan Manuel de Rosas, su vida, su drama, su tiempo” Carlos Ibarguren - Roldan editor
“Rosas” Antonio Dellepiane – Santiago Rueda Editor – Avellaneda - 1950

CONFERENCIA ORGANIZADA POR LOS JOVENES REVISIONISTAS (22/08/2007): Atilio García Mellid

ATILIO GARCIA MELLID, O EL REGRESO DE LAS MONTONERAS



Por Federico Gastón Addisi

En la conferencia del día de hoy me voy a referir a un pensador nacional polémico. ¿Su nombre? Atilio García Mellid.
Y digo que es un pensador polémico porque, a juicio de quien les habla, el centro medular de su pensamiento, plasmado fundamentalmente en su labor historiográfica –aunque para ajustarse mas a la realidad debería decir política-historiográfica – es ni mas ni menos que el protagonismo del pueblo como el centro de la Historia. Y esta simple y sencilla idea ya lo convierte en un hombre polémico tanto para los historiadores liberales que a lo largo de sus publicaciones escamotearon este protagonismo tras el tristemente famoso latiguillo de “civilización o barbarie” a través del cual invirtieron el significado de las palabras, toda vez que para ellos era bárbaro el gaucho, el criollo, el que pensaba y vivía en nacional, como producto de nuestra tierra, y civilización en cambio, era el unitario, el ilustrado que pensaba y vivía a la europea, queriendo reemplazar nuestra realidad por un modelo exterior, o en palabras del propio Mellid: “Bárbaro era cuanto se alineaba en la defensa de lo nacional, en la causa de la justicia para el pueblo”. (GARCÍA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, Buenos Aires, EUDEBA, 1985 p. 27). Decía entonces, que García Mellid es un autor polémico para los liberales por los motivos que quedaron expuestos, pero también lo es para ciertos autores nacionalistas conocidos como “restauradores”, que más que en el pueblo siempre creyeron en el protagonismo de elites aristocráticas como artífices de la historia. Sin embargo, siempre hay una excepción que confirma la regla, y en este caso fue nada menos que Marcelo Sánchez Sorondo quien dijo: “En cabeza de Perón y a través del peronismo la prédica nacionalista se convirtió en doctrina nacional. Todo el país políticamente mensurable, se reconoce desde entonces en ese espejo que algunos pretenden fragmentar. Por la ancha convicción del pueblo nuestro país descubre que es nacionalista con San Martín, Rosas y Perón”. (SANCHEZ SORONDO, Marcelo, La Argentina por dentro, Buenos Aires, Sudamericana, 1987, p. 419). Por lo tanto, y apenas entrando en tema, tenemos uno de los principales conceptos que Uds tienen que asimilar para comprender el pensamiento de García Mellid: el pueblo como sujeto y protagonista de la historia. A título personal debo confesar que quien aquí humildemente expone, siempre sintió curiosidad, y hasta me he visto reflejado en varias cuestiones con la personalidad de Atilio García Mellid. Paso a explicarles por qué. Primeramente, nuestro biografiado no provenía de una familia “nacional”, en el sentido político de la palabra, y su educación y formación estuvieron inicialmente signadas por prédicas liberales oficialmente impartidas desde la enseñanza, a través de todos los planes de estudio en todos los niveles; primario, secundario y universitario. Incluso D Atri en su libro “El revisionismo histórico y su historiografía” que forma parte como apéndice del libro de Jauretche, “Política nacional y revisionismo histórico”, editado por Peña Lillo en 1974, señala en la página 136: “Este escritor, luego de un breve paso por la masonería, devino a una posición nacionalista ortodoxa”. Es que como resulta lógico, para quienes no “mamamos el revisionismo y lo nacional” desde la cuna, desde nuestro seno familiar, nuestro primer contacto con la historia y la política es lo que se dicta en colegios, universidades, etc, es decir, la historia oficial. Y para llegar a lo nacional se debe recorrer un doble camino, una doble tarea. Primero hay que desaprender todo lo falso y lo que nos ha llevado al error, y desandar senderos equivocados. Después, aprender la sana doctrina, buceando en nuestra historia y política, y en esa búsqueda que más que histórica es filosófica y teológica, encontrar el camino que nos lleve a la verdad. Este rasgo de García Mellid de tener que “reaprender” me identifica profundamente. Sobre el tema; decía con extraordinaria precisión y terrible crudeza ese patriota que ejerció según Juan Domingo Perón “la primera magistratura moral de la república”, y que se llamaba Raúl Scalabrini Ortiz: “Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran [...] Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer exactamente cómo somos”. (SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Política Británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Plus Ultra, 2001, p. 7). O dicho en palabras más sencillas, pertenecientes al inmortal José Hernández, quien escribió nada menos que el libro nacional por excelencia y –dicho sea de paso- su militancia rosista, federal y antiliberal se oculta vilmente: “Hay hombres que de su cencia Tienen la cabeza llena; Hay sabios de todas menas, (de todas las clases o categorías. Nota del autor) Más digo, sin ser muy ducho, Es mejor que aprender mucho El aprender cosas buenas”. (HERNANDEZ, José, Martín Fierro. Segunda Parte, Buenos Aires, Distribuidora Quevedo de Ediciones, 2005, p. 259). Otro rasgo de García Mellid con el cual me identifico profundamente es el fino análisis que efectuó de nuestra historia, detectando la constante dicotomía que campea en la misma. Y partiendo de esas dos argentinas, pudo establecer las correspondientes líneas históricas, que no son otra cosa, que los “mojones” que a lo largo de nuestra historia representaron a una u otra corriente política con una coherencia ideológica que apuntaba a la construcción de un modelo de país determinado. Pero más adelante volveré sobre el tema. Ahora, brevemente, y a título informativo haré una pequeña reseña de su biografía. Atilio Eugenio García Mellid, tal era su nombre completo, nació en Buenos Aires el 4 de agosto de 1901 y falleció el 24 de enero de 1972 en la misma ciudad. Fue docente, diplomático, periodista e historiador. Desde muchacho tuvo inquietudes literarias y políticas. La impronta juvenil lo inició en la poesía. Entre sus obras poéticas se pueden mencionar: “El templo de cristal” (1924); “Los poemas del mar y la estrella” (1925); “La torre en el paisaje” (1931); “Sonetos del amor divino” (1953). Un comentario aparte merece el poema publicado en el periódico “Norte”, el 24 de julio de 1958, titulado “A Eva inmortal” y cuyos versos iniciales dicen: “Tu cabeza yacente al mundo asomas y ángeles rubios vuelan de tu pelo”. Su labor como periodista la desempeñó como Director de las publicaciones “Itinerario de América”, de la revista “Biblos”, de la Cámara del Libro, dirigida primeramente nada menos que por Julio Cortázar, y “Selección” (Cuadernos mensuales de cultura); donde hacía comentarios bibliográficos Jorge Luis Borges. Como hombre de letras y perteneciente a la cultura era asiduo concurrente a la Asociación de Escritores Argentinos (ADEA) que fundó Arturo Cancela en la planta alta del Bar Helvetia de Corrientes y San Martín, donde también concurrían Leopoldo Marechal, José María Castiñeira de Dios, Juan Alfonso Carrizo, Rafael Jijena Sánchez, César Tiempo, Horacio Rega Molina, entre otros. Participó de “La primera Feria del Libro Argentino” (1943), cuya realización fue idea de la Cámara Argentina del Libro, que presidía Guillermo Kraf y de la cual Mellid era gerente. Como Docente, Atilio García Mellid fue catedrático entre los años 1922 y 1946, e integrante del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, donde colaboró dando conferencias y escribiendo en al menos tres números de su revista. Fue también un apasionado militante político. Afiliado a la UCR, fue uno de los fundadores de FORJA en 1935 hasta su disolución e incorporación al peronismo. En el gobierno de Perón fue Director del Departamento de Cultura de la Cancillería, y en 1948, Embajador en Canadá. Su adhesión al peronismo, le trajo cuando el golpe de la “fusiladora” de 1955, el exilio en el Uruguay y la persecución. En la etapa de la resistencia peronista fue correo del General Perón y permaneció leal, profetizando la vuelta del peronismo al poder, hecho que no pudo ver materializado por su muerte en 1972. Hasta aquí una breve semblanza de la vida de Atilio García Mellid, que como tantos otros pensadores nacionales que hemos estudiado, tuvieron un derrotero que recorrer hasta llegar a incorporarse al campo nacional. También como otros; tuvo sus obras de poesía, siendo esto casi una constante entre los nacionales, tal vez por aquello que decía José Antonio Primo de Rivera: “A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!” (PRIMO DE RIVERA, José Antonio, Obras de José Antonio Primo de Rivera. Edición Cronológica, Madrid, Almena, 1970, p. 69) Efectuada esta introducción pasaré a continuación al análisis de las obras y el pensamiento mismo de García Mellid. Habitualmente se considera que su primer obra histórica o política fue “Montoneras y caudillos en la Historia Argentina” que data del año 1946, pero según el ilustre maestro, fallecido hace apenas un año, Fermín Chávez, existió anteriormente una obra de la que sólo haré mención por ser la misma inhallable, su nombre es “Firpo y la grandeza nacional” (ver: CHAVEZ, Fermín, Diccionario Histórico Argentino, Bs As, Fabro, 2005, p. 244). Además de la obra mencionada existieron otros trabajos que actualmente son imposibles de conseguir por encontrase totalmente agotados y no haber sido reeditados. Para completar la obra bibliográfica los mencionaré pero en un acto de sinceridad intelectual debo confesar que jamás las tuve en mi poder, y por tanto, no las he leído. Se trata de: “Dimensión espiritual de la revolución argentina” (1948); “La crisis política contemporánea” (1953); “La constitución cristiana de los estados” (1955), publicada en Madrid, y “Explicación del comunismo”, del que ni siquiera se encuentran registros de su fecha de publicación. Tenemos entonces que la primer obra propiamente dicha de carácter histórico fue “Montoneras y caudillos en la historia argentina”, editada primeramente en 1946, y luego reeditada por EUDEBA, a instancias de Arturo Jauretche en 1974. La repercusión de la obra puede imaginarse señalando que la misma fue “Premio Municipal”, el mismo año de su aparición, y que la misma alcanzó tal trascendencia que cuando la Argentina sufrió el golpe militar de 1976 contra el gobierno democrático de Isabel Perón, los golpistas ordenaron secuestrar los ejemplares de la misma que aún circulaban. ¿Pero que era lo que decía este pequeño libro de apenas 118 páginas que provocaba tanto revuelo? Pues la “obrita” verdaderamente se las trae. Porque ya de movida nomás, en su introducción, en la página 17 el autor señala: “En la Argentina todo lo que cuenta y vale ha surgido del pueblo. La montonera es el símbolo de las ardientes aspiraciones populares; el caudillo es la personificación de los anhelos colectivos: su intérprete y sostén. Entre aquella y ésta queda configurada nuestra democracia: la democracia histórica argentina, en la que radica nuestra soberanía y se define nuestra peculiaridad” (Ibid, p. 17). Más adelante; en el Capítulo 1, pág. 23, García Mellid encuentra la clave de la dicotomía que padece la Argentina, y a partir de allí traza, como hemos dicho anteriormente las líneas históricas que le dan fundamento a cada modelo de construcción de país. Así el autor apunta: “La historia argentina, por lo tanto se bifurca en la lucha por la ley y en la lucha por la libertad. Los , que son los que pujan por la primera, han constituido, en los diversos períodos el unitarismo, el progresismo, el unicato, el y la oligarquía. El pueblo, adherido a la causa de la libertad, ha sido impugnado por tales círculos como gaucho, montonero, compadrito, chusma y descamisado. La realidad, que está por debajo de los calificativos, es que unos y otros representaron y representan: la legalidad frustránea y las libertades genuinas. En la pugna de tales conceptos queda delimitada toda la historia política argentina. En el esquema simple, caben las luchas de los caudillos, las polémicas de los doctores, las controversias de los partidos y todos los azares y fracasos de la organización institucional. Más que de dos criterios políticos, se trata de dos formas de sentir el país, de dos maneras de interpretar el destino de los argentinos...” Luego en la página 27, Mellid remata el concepto diciendo: “La ley y la libertad, tomadas en sentido dialéctico, se originaban en dos estratos igualmente antagónicos: la y la . De una y otra saldrían, consideradas en su desarrollo político, los y los , en cuyo origen –más que en las doctrinas- se nutrirían las discrepancias insalvables que habrían de caracterizarlos”. Atilio García Mellid ha dejado en estos breves párrafos claramente expuestos los motivos de las diferencias políticas argentinas, de la antinomia permanente que persiste a lo largo de la historia. Y la clave no es otra que la lucha del país real contra el país formal o legal. Ya lo decía el Pepe Rosa cuando nos hablaba sobre la posible conciliación de opuestos, la valoración favorable o desfavorable que se haga de Rosas o Rivadavia, de federales o unitarios, dependerá primeramente de lo que se entienda por “patria”. Porque dos concepciones antagónicas se enfrentaron desde los comienzos mismos de nuestra historia. “Dos concepciones de la argentinidad que naturalmente tendían a excluirse la una de la otra: para unos la patria nacía consubstanciada con el sistema político burgués y el patriotismo consistía en traer la europea, por lo menos en su exterioridad más evidente, que era el régimen constitucional, y en su realidad económica que era el régimen capitalista [...] esto era llamado civilización [...] Pero para otros argentinos, para la inmensa mayoría de los argentinos, la patria era algo real y vivo, que no estaba en las formas, ni en las cortes extranjeras ni en las mercaderías foráneas. Era una nacionalidad con sus modalidades propias, su manera de sentir y de pensar que le daban individualidad. No estaba en los digestos legales sino en los hombres y las cosas de la tierra [...] Hubo una Argentina formal y una Argentina nacional: aquella se manifestó en la parte , y ésta en el pueblo todo sin distinción de clases”. (ROSA, José María, Estudios Revisionistas, Bs As, Sudestada, 1967, pp. 23 y 23). Después de leer los conceptos de García Mellid y de José María Rosa queda totalmente claro cuál es el eje del enfrentamiento que divide a los argentinos. Y este hallazgo es uno de los méritos que tiene “Montoneras y caudillos”, y es precisamente uno de los motivos por lo que se convierte en un libro indigerible para los liberales, siempre ligados a la antipatria. Porque, lamentablemente para ellos, no vivimos en la Torre de Babel, aunque hoy pretendan darle un sentido "babélico” a las palabras, y por lo tanto “patria” tiene un único significado, que según el Diccionario de la Real Academia Española: “Proviene del latín que significa ; es el lugar, población o país donde se ha nacido.” Por consiguiente y como lo indica la etimología, la patria es, ante todo, un suelo, un territorio, pero no sólo eso, sino que como “tierra de los padres” se comprende que la patria es por esencia una tierra humana, una tierra mía y de mis compatriotas, que a su vez posee una herencia que es irrenunciable y que le da una identidad. Por lo expuesto, patriotas eran quienes habían defendido el suelo, el territorio, la soberanía, al pueblo, y no quienes dictaron leyes, instauraron instituciones o establecieron constituciones. Y esto lo dice claramente García Mellid. Y para colmo, establece con claridad quienes fueron los hombres que representaron a esa Patria genuina, y así lo decía: “El general Rosas fue un símbolo de las ingenuas pero ardientes aspiraciones de la muchedumbre que querían hacerse parte del destino nacional. Yrigoyen sopesó esa realidad social argentina y recuperó para el servicio de la patria a esas masas despreciadas por el oligarca, revalorizando en su vigorosa substancia autóctona al gaucho, al compadrito y la chusma, que ascendieron de nuevo a su condición de paisano, de ciudadano y de pueblo. El coronel Perón, por medio del manejo simple de las realidades vernáculas, captó la verdadera antinomia que recorre nuestra historia […] Por obra del coronel Perón se ha puesto en marcha una vez más la prístina levadura histórica argentina”. (GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, EUDEBA, Buenos Aires, 1974; cita en: FRENCH, Carlos Rubén, Semblanza de Atilio García Mellid, Revista del Instituto Nacional de 63, 2001-2002,°Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, N p. 49). “No trepidó el coronel Perón en afrontar su deber hasta el fondo. Su corazón generoso, su máscula pujanza, su orgullo de ser uno en el pueblo, le alentaron y sostuvieron. No le temió al calificativo de , ni rehuyó la acusación de . A quien anduvo tantos caminos, en la pampa y en las montañas nativas, y también en las tierras , no podía escapársele que la montonera criolla es la medida de nuestra libertad. La montonera primitiva, desde el terrible año 20 hasta el 52, sostuvo e impuso el federalismo; la montonera radical, desde el 90 hasta el año 12, luchó y logró implantar el sistema político de su soberanía; la nueva montonera, que desde la muerte de Yrigoyen había quedado sin jefatura y destino, aspira a fundar una auténtica democracia social argentina”. (GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, Buenos Aires, EUDEBA, 1974; p. 112). Después de semejantes conceptos creo que está demás abundar en explicaciones de por qué el libro “Montoneras y caudillos en la historia argentina” fue retirado de circulación cuando los personeros de la antipatria, al servicio de la plutocracia internacional, derrocaron al gobierno de Isabel Perón en 1976. En una síntesis de las ideas fuerza del libro analizado y con el riesgo de pecar de reduccionista, lo que les tiene que quedar claro son dos elementos que aparecen como distintivos del pensamiento de García Mellid y que reiteradamente se mencionan en la obra; estos son: la dicotomía de la historia argentina, encarnada en el país formal y legalista, o en el país real. Y el otro aporte importantísimo, con el cual me identifico plenamente, como ya he dicho, es la construcción de una línea histórica nacional, en este caso, representada por Juan Manuel de Rosas, Yrigoyen y Perón. La segunda obra que voy a analizar con Uds data del año 1950, publicada en Bs As, por la editorial Hechos e Ideas, y lleva el nombre de “Etapas de la Revolución Argentina”. Este libro fue el fruto de dos conferencias dictadas por García Mellid en la Embajada Argentina en Canadá cuando cumplía en aquél país tareas diplomáticas. En este pequeño libro, de apenas 61 páginas el autor señala con acierto que en la América Hispana, en materia de derecho “hemos tenido antes los Códigos, que la auténtica canalización de las costumbres [...] Es por esta causa que todo lo que ha pretendido sostenerse como , como , ha sido habitualmente lo antinacional, lo que asfixiaba, destruía o impedía la auténtica manifestación de las libertades del pueblo”. (Ob. Cit., p. 11). En páginas posteriores teoriza que la historia argentina esta dada en cuatro etapas fundamentales, estas son: 1) La historicidad, 2) La institucionalidad, 3) La politicidad, 4) La integración. Cada una de estas etapas tuvo sus máximos representantes que la llevaron adelante, con lo cual, nuevamente García Mellid, marca una línea histórica con “mojones” que aportaron a la construcción de un proyecto nacional. A su entender, en la etapa de la lucha por la historicidad el papel central lo tiene durante las invasiones inglesas el conjunto del pueblo de Bs As; y durante las luchas civiles, lo posee Don Juan Manuel de Rosas. Respecto a las invasiones inglesas y el rol del pueblo durante las mismas, García Mellid ofrece lo que a mi entender es lo más interesante del libro. Y esto no es otra cosa que tomar las invasiones como clave para desentrañar toda nuestra historia, “porque en aquellos episodios se advierten los tres elementos que siguen actuando hasta nuestros días: el elemento conquistador, que considera a las tierras americanas como campo propicio para explotaciones y rapiña; las llamadas clases dirigentes, que sumisas a los dictados extraños, olvidan sus deberes para con el medio nativo y actúan como aliadas del invasor o del inversor extranjero; y el elemento popular [...] que lleva en la llama de su corazón todos los instintos defensivos de la libertad de la patria y de la dignidad que al hombre se le debe”. (Ob. cit. p. 12). Casualmente, o no tanto, mi maestro, el Profesor Jorge Sulé, sostiene que la llave de la bóveda para la interpretación de la historia desde una perspectiva revisionista consiste justamente en los elementos mencionados anteriormente en el libro de Mellid, sólo que con el agregado de que el pueblo se defiende instintivamente con lo que tiene a mano y se encolumna siempre detrás de sus líderes naturales, estos son los caudillos. Quién detecta estos elementos en los diversos sucesos de nuestra historia dice el Profesor Sulé, tiene abierta la comprensión a muchos sucesos de nuestro pasado que de otra manera serían de difícil o nulo entendimiento. De más está decir que coincido en un 100% con mi maestro. Volviendo al análisis del libro que nos ocupa, no queda demasiado por decir, pues lo sustancioso del mismo acabamos de desmenuzarlo detalladamente. En lo que a las otras etapas que señala el autor como parte de nuestra historia, sólo se puede decir que le atribuye la lucha por la institucionalidad a las masas federales que después de Caseros buscaban que el país se diera un ordenamiento constitucional. Opinión esta más que discutible, pero como ya se verá oportunamente, es siempre discutible el concepto que tiene el autor sobre los sucesos de Caseros, en particular, sobre el proceder de Urquiza. La lucha por la politicidad tuvo a criterio de nuestro biografiado, a Don Hipólito Yrigoyen; en tanto que la cuarta y última etapa, esta es, la de la integración, encargada de fusionar lo nacional con lo social, quedaba destinada al peronismo. Finalmente, en el capítulo II del libro, el autor hace una apología y una defensa de la gestión del gobierno de Perón hasta aquellos días. Muestra de ella es el párrafo que transcribimos por considerarlo de lo más sustancioso, además de insistir García Mellid, en las simetrías entre Perón y Rosas: “La reforma financiera aplicada por la Revolución Nacional Argentina, escapa a los moldes clásicos de la economía liberal o capitalista, sin inclinarse a los métodos preconizados por la economía totalitaria o estatal. Consiste en una solución intermedia, de fines sociales, inspirada en la realidad argentina y destinada a promover los remedios adecuados a la naturaleza de los fenómenos económicos actuantes en su seno [...] Pretender desconocer o retacear el significado de este grandioso episodio de nuestra recuperación económica, no es lícito ni patriótico, encuadrando a quienes en tan menguada posición se colocan, en la misma triste condición de aquellos argentinos que, cegados por el odio a Rosas, se unieron al extranjero para someter la patria y derrocar a su gobierno. La historia suele ofrecer estas analogías, tanto más posibles cuanto menor ha sido la condenación de los desafortunados predecesores”. (Ibid, pp. 37 y 41). Nuevamente a modo de síntesis; creo que lo más rico que nos deja esta obra de García Mellid, es el método de análisis histórico con esos tres elementos que polidialectizan entre sí y que los constituyen; como quedó dicho, el elemento conquistador que se proyecta sobre estas tierras y no precisamente con fines filantrópicos; las oligarquías vernáculas, siempre minoritarias pero muy poderosas, aliadas por intereses de clase con la metrópoli; y el elemento popular que con lo que encuentra resiste defensivamente los embates de quienes pretenden dominarlos, casi siempre, con un jefe o caudillo que los representa y se pone al frente de sus luchas. Para analizar la tercera y cuarta obra, me voy a permitir una licencia y alteraré el orden cronológico que hasta el momento venía siguiendo, de modo de dejar para el final la que considero la obra cumbre de García Mellid, me refiero a “Proceso al liberalismo argentino”. Por lo tanto la obra que comentaré a continuación es una pieza historiográfica magnífica que le valió a García Mellid, ser condecorado por el Gobierno del Paraguay, en ese momento presidido por Stroessner; su nombre es “Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay” y fue publicada en 1964. Como dato de color debo agregar que recibió la misma condecoración, otro eminente representante del revisionismo histórico, como lo fue Don Pepe Rosa. La obra efectuada por el Dr. Rosa y los estrechos vínculos de amistad que supo cosechar en el país guaraní, le valieron cuando asumió el tercer gobierno el General Perón, el puesto de Embajador en Paraguay. De “Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay” he seleccionado algunos pasajes que creo son de gran importancia por los entramados políticos que denuncia el autor y en los cuales estaban complicados algunos de los “próceres” del liberalismo. De este modo se refiere Mellid a Urquiza: “Su posición era la de conquistar la alianza del Brasil, o la de integrar a Entre Ríos y Corrientes en una nacional separada, si aquel plan fracasara. Exponiendo este orden de ideas, le escribía al gobernador Pujol, de la provincia de Corrientes: ”. Este simple pasaje desnuda dramáticamente la traición en la que se hallaba envuelto el Sr. Urquiza, dispuesto a la secesión del territorio de la Confederación con tal de no ver perjudicados sus intereses personales. En otro tramo del mismo libro señala el autor que: “En 1857, Brasil envió al Río de la Plata la misión de Paranhos, la que despertó fundadas sospechas en todos los ambientes paraguayos. El cónsul en Buenos Aires, don Buenaventura Decoud le escribió al presidente López, transmitiéndole las noticias alarmantes que le llegaban de Entre Ríos. Según las mismas, se evidenciaba que los brasileños y Urquiza estaban decididos a declararle la guerra al Paraguay, pues los preparativos que estaban haciendo eran idénticos a los que en su momento se habían organizado contra Rosas”. Los documentos prueban que el tema de la guerra contra el Paraguay estuvo presente en los debates, y que Urquiza patrocinó esa idea. Otro párrafo estremecedor, y que quizá contenga una remota causalidad de lo que después fue el asesinato de Urquiza era el siguiente: “Los amigos de Urquiza, leales soldados del federalismo, se movían por principios ideales y estaban en el cauce auténtico de la nacionalidad, definida por sus tradiciones, su personalidad histórica y las esencias peculiares de su genio. Ellos advertían lo que tenían de nocivas las ideas liberales, que Mitre y sus adeptos trataban de imprimir sobre el alma nacional, comprendían que su deber los obligaba a expulsar ese cuerpo extraño, para que la Nación y el pueblo recuperaran el manejo pleno de su autonomía. Para esos hombres, puros e idealistas, el Paraguay era una parte inseparable de su territorio espiritual, los enemigos eran Mitre, el Imperio, el liberalismo, los porteños… Tal como el general Ricardo López Jordán se lo dijo a Urquiza, cuando éste ordenó la movilización de las caballerías entrerrianas para ir en apoyo del Brasil y contra el Paraguay. ”. Llegaron las horas decisivas y Urquiza se inclinó con todo el peso de su gravitación y de sus medios hacia el partido de Brasil. Un hombre que estudió con seriedad y pasión la vida y conflictos de las naciones de la cuenca del Plata, el Mexicano Carlos Pereyra, expresó este juicio lapidario: “”. La acusación contra el “libertador de Caseros” es categórica y no deja resquicios para la duda. Porque, es necesario decirlo con todas las letras, Urquiza ya había perdido su alma frente al becerro de oro en Caseros, pagado por los brasileños, y de allí en más, sólo se dedicó a enriquecerse a costa de las vicisitudes políticas de los pueblos. Así fue como utilizó la Guerra del Paraguay para venderle caballada de su propiedad a las tropas brasileñas: “Lo que no trascendió en el momento de la operación, empezó a saberse poco después, cuando don Mariano Cabal, socio de Urquiza, iba haciendo entrega de las grandes partidas de caballos adquiridas por los brasileños. El cónsul, Rufo Caminos le escribía a Berges: ”. La opinión inglesa sobre tan deslucidas actitudes, fue expresada por Cuninghame Graham, en su libro terminado en Ardoch, en 1933, dice que Urquiza, “”, agregando más adelante: “”. Frente a tanta traición, fue nuevamente el inmortal Hernández, autor del Martín Fierro quien dijo las palabras precisas y proféticas: “El general Urquiza vive aún, y el general Urquiza tiene también que pagar su cuota de sangre a la ferocidad unitaria, tiene también que caer bajo el puñal de los asesinos unitarios”. Pues no fueron los unitarios quienes le dieron muerte, pero esta lo alcanzó de todos modos, comprobando una vez más que quien mal anda, mal acaba. Anteriormente había señalado que Mellid fue un militante activo del peronismo en la resistencia, no sólo con su pluma, sino también, actuando como correo del General Perón. De ésta época en el exilio y a modo de comentario final sobre el libro que acabo de comentar, citaré una carta que Perón le escribiera a nuestro biografiado: “Madrid, 7 de agosto de 1964, Sr Atilio García Mellid. Mi querido amigo: He recibido y leído su nuevo libro y lo encuentro magnífico en todo sentido, pero especialmente extraordinario dentro del procesamiento de las oligarquías antinacionales que usted viene realizando con tanto talento como éxito. Usted sabe el cariño que yo tengo a ese pueblo digno de admiración, al que tengo el honor de pertenecer como ciudadano honorario, y considero que su libro abre un curso a la historia de nuestros países en los que los historiadores oligarcas hicieron de las suyas, falsificando la verdad e indignificando más los hechos que pretendieron explicar con sofismas que ni ellos mismos creyeron. Los paraguayos y los buenos argentinos lo han de haber recibido con verdadero alborozo, porque pone las cosas en el lugar del cual no debieron haber salido nunca, si como mantenemos la verdadera historia es verdad y es justicia, aún cuando no agrade a muchos de los que están ligados a los que la protagonizaron. Es indudable que ha de haber puesto el grito en el cielo, pero ahí están los hechos que valen mucho más de cuanto se pueda alambricar con subjetividades deformantes [...] Usted comprenderá así la inmensa satisfacción con que he leído su libro, que me decido ahora a releerlo para estudiarlo más concienzudamente, porque su contenido tan documentado y circunstanciado, no puede penetrarse en plenitud sin un profundo análisis. Muchas gracias por todo. Un gran abrazo. Juan Perón”. (PERON, Juan Domingo, Correspondencia II, Bs As, Corregidor, 1983, pp. 64 y 65). La cuarta obra que comentaré, corresponde al año 1967, y su nombre es “Revolución nacional o comunismo”. Si al comenzar la conferencia señale que García Mellid fue un pensador polémico, este libro constituye a mi entender, el que más polvareda levanta. Por empezar hay que decir que no se trata de un libro de historia sino que es una obra eminentemente política. En la misma el autor hace un análisis de la doctrina marxista y las distintas mutaciones que fue sufriendo hasta llegar a su intento de mimetización con lo nacional, tratando de infiltrarse en los movimientos nacionales y cómo, en definitiva esto constituye la prueba de la derrota del comunismo. Analiza; desde la infiltración en la Iglesia, a través de la “Teología de la liberación”; hasta la creación en Europa de las democracias cristianas plagadas de marxismo lavado; pasando por el fenómeno del panarabismo y panafricanismo; y el intento de la llamada “izquierda nacional” por copar el peronismo. De esta obra citaré sólo algunos de los párrafos más “jugosos” como para que todos uds se queden pensando y reflexionando sobre las ideas vertidas. Decía Mellid sobre el materialismo: “Las teorías que se asientan sobre la realidad existencial de los valores utilitarios, sin profundizar las corrientes soterráneas en que se generan los valores idealistas del ser, pasarán, junto con la ola de hedonismo que las provoca, sin dejar huella en las hondas vivencias de la historia. Este es el destino próximo del capitalismo y de su progenitor, el liberalismo económico; también lo es el de las perversas alienaciones del intelecto, llamadas socialismo, marxismo, comunismo, sovietismo o chinoísmo. El devenir histórico no puede construirse sobre la fragilidad de esquemas unilaterales ni de extraviadas interpretaciones”. (GARCIA MELLID, Atilio, Revolución nacional o comunismo, Bs As, Theoría, 1967, p. 12). Acerca del marxismo apuntaba: “El fracaso del materialismo histórico resultaba claro, todavía en vida de Engels. Muerto Marx en 1833, Engels empezó a descubrir muchas de las insuficiencias y errores que la doctrina contenía [...] Engels se creyó obligado a declarar [...]” Marcando lúcidamente las diferencias entre el “Tercer Mundo” y la Tercera Posición de Perón, García Mellid distinguía: “Congelados los bloques en pugna –el capitalista y el comunista-, rápidamente comprendió el marxismo que su mayor capacidad de maniobra le permitiría aprovechar en su beneficio la indefinición e ingenuidad de los llamados [...] Todo consistía en alentar una supuesta política no comprometida, infiltrando en los cuadros vagas promesas de emancipación, consistentes en el , el , la , y el [...] Esta no era por cierto la tercera posición que un presidente argentino –el General Juan Perón- propició en 1947. Su sentido coherente estaba dado por los valores espirituales –católicos, latinos, hispánicos- que la inspiraban. Su radical oposición a los dos imperialismos en conflicto surgía naturalmente de sus propios enunciados. La proposición, lanzada el 6 de julio de 1947, abogaba por ” (Ibid, p. 73). La pluma aguda y crítica también cayó sobre la democracia cristiana de la que nuestro autor opinaba: “Una de las grandes paradojas de ese mundo que dice defender la civilización occidental y cristiana, es que donde actúan partidos que se califican de es donde los comunistas logran, por vía indirecta, sus mejores victorias. En efecto; si bien los elementos comunistas no han logrado conquistar el poder, influyen de manera importante en las decisiones del gobierno, mediante la infiltración de su ideología en grupos internos de las llamadas ” (Ibid, p. 125). Para agregarle un toque de buen humor a esta exposición, me permito recordar la opinión que tenía Perón sobre la “democracia cristiana”. Sobre ellos decía que eran “pececitos colorados que nadaban en agua bendita...” Retomando el análisis, no quedó afuera de la crítica cierto sector del nacionalismo: “Más beneficia al marxismo el enfrentamiento de los reaccionarios, que sus propios méritos, que no son sino producto de dolorosos espejismos. La primera exigencia del anticomunismo, en función de la dinámica histórica del tiempo a que pertenecemos, es la de ser profundamente social [...] El anticomunismo, como que sucede al anticapitalismo deber ser otra cosa. Asumido su carácter de revolución, está obligado a sostener modificaciones estructurales revolucionarias. Para serlo, no hay otro camino que el de servir al bien común, que es el bien del pueblo. Sin la presencia activa del pueblo, no puede haber política, ni sociedad, ni Estado [...] Hoy se considera que la democracia debe dirigir el proceso económico y resolver el problema social. El nacionalismo no puede mantenerse ajeno a este curso inexorable de la historia. La fórmula de un que para frenar el progreso económico y social, busca la solución política del despotismo, es tan anacrónica como aquellos partidos conservadores de cuya entraña ideológica saliera [...] No puede haber nacionalismo que no se sienta fuertemente inclinado a la vida social. Puesto que la Nación y el pueblo constituyen los elementos primordiales para cuya realización plena funciona el nacionalismo, no puede concebirse que se abandonen los dos instrumentos que configuran sus derechos inalienables: el de la soberanía de la Nación y el de la justicia para el pueblo [...] Quienes intentan usar la religión como dique para detener el justo avance de los derechos sociales, no pueden decirse nacionalistas, ni escapan a la condenación del Santo Padre. Una nueva conciencia, una filosofía más virtuosa y una sensibilidad social más afinada, caracterizan a los modernos nacionalismos. Muy lejos quedaron aquellos movimientos como el de Charles Maurras que identificaba la monarquía con los privilegios de las llamadas “clases superiores”. (Ibid, pp. 229, 231, 241, 243, 244). Para terminar, Mellid analizaba el intento del marxismo de infiltrarse en el peronismo y proféticamente decía: “Quienes en nombre de una interpretación materialista de las luchas sociales, aspiran a captar al elemento peronista, ignoran que uno de los principios enunciados al iniciarse ese movimiento, aclaró que . Lo que entonces se puso en marcha fue una revolución nacional, sin el menor contenido marxista [...] En cuanto al movimiento sindical, se consideraba natural que actuara en función de ideologías extrañas y destructoras [...] Desfilaban con la bandera roja y cantaban la Internacional. La nueva política logró el milagro de nacionalizar a los obreros, poner los Sindicatos al servicio de una causa argentina y hacer que la emoción de los trabajadores se centrara en los símbolos de la patria y de las auténticas tradiciones de nuestra historia [...] La llamada pretende saltar sobre el ancho campo de sentimientos y convicciones en que esas multitudes se formaron; pero no hacen sino dar un salto en el vacío. Podrán ganar prosélitos entre las juventudes universitarias [...] Prosperarán acaso ente ciertos alienados de la intelligentzia [...] Es probable que ganen la adhesión de las oligarquías liberales, que también carecen de ataduras éticas y practican la filosofía del materialismo. Pero las masas obreras, que en su inmensa mayoría asimilaron y conservan la doctrina del peronismo, no podrán conciliarse jamás con banderas que derrotaron por retrógadas, ni abdicarán de los emblemas en que adquirieron esa dignidad de vida y ese decoro personal que les niega el comunismo”. (Ibid, pp. 286-289). Atilio García Mellid, como quedó dicho con anterioridad debió exiliarse en el Uruguay por su militancia peronista. Fue allí que escribió en 1957 su obra más difundida: “Proceso al Liberalismo Argentino”’, que dedicó “Al Pueblo de mi Patria” caracterizándolo como “el protagonista auténtico de nuestra historia, porque los doctores liberales lo escarnecieron y menospreciaron, cargándole sus crímenes y apoderándose de sus glorias”. Se vivían momentos de dramática crisis política por la proscripción del peronismo y la derogación por proclama militar (emitida por el gobierno de facto) de la Constitución de 1949. Y García Mellid atacaba esa arbitrariedad hablando del “fetichismo constitucional de los liberales”: “Son los monjes que custodian el templo de los falsos ídolos. Ninguno tan reverenciado como el de la Constitución (de 1853). ¡Ah! cuando un liberal habla de la Constitución parece que se desmaya; pone cara angelical, suspira con el vientre (que es la forma reverencial con que suspiran los liberales) y se abandona a los más dulces deliquios doctrinarios”. Por eso les contestaba con claros conceptos de Juan Manuel de Rosas: “Nunca pude comprender ese fetichismo por el texto de una Constitución, que no se quiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios. Si tal Constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre inútil lo que sancione cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno”. No conforme con estas observaciones, todo su libro constituye un alegato donde se acusa al liberalismo y a su procerato, con Rivadavia, Sarmiento, Mitre y Echeverría a la cabeza de haber traicionado a la Patria, ligando los intereses de las clases dominantes al imperialismo, en detrimento del pueblo y de la soberanía de la Nación. La obra de García Mellid denunció que ya en los albores de la nacionalidad aparecieron los gérmenes de un plan disolutorio: “correspondió a Rivadavia y sus satélites dar poderoso impulso a esa construcción teórica y advenediza que todavía hoy perturba la vida argentina”, decía. “El Libertador, general don José de San Martín, tuvo la genialidad de descubrirlo y denunciarlo”. Atilio García Mellid luchó denodadamente para invertir esa imagen de “pueblo bárbaro e inculto” y “caudillos tiranos y sanguinarios” que la historia liberal se empeñó en instalar, exaltando por el contrario, la participación del Pueblo y sus caudillos como artífices de la historia y paladines de nuestra nacionalidad. Se constituyó, al decir de Norberto D Atri, en una de las “principales expresiones del revisionismo histórico” (D Atri, Norberto, El Revisionismo histórico. Su historiografía, en: Jauretche, Arturo, Política Nacional y Revisionismo Histórico, Peña Lillo, Buenos Aires, 1959, p. 67), y sabiendo la pléyade de grandes luminarias enroladas en esta corriente de pensamiento, no es poco decir. Hasta aquí fue nuestro homenaje a García Mellíd, intentando acercarles a ustedes su vida, obra y pensamiento. Muchas gracias.

sábado, 23 de mayo de 2009

El Instituto Rosas y Jauretche

ARTURO JAURETCHE Y EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS JUAN MANUEL DE ROSAS




por Nicolas Carrizo


Don Arturo Martín Jauretche (1901-1974), abogado, pensador, y militante de la causa nacional y popular, fue miembro de la Comisión Directiva del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas en las décadas del 50 y 60, siendo vocal y dando innumerables conferencias en la sede de dicha institución y de filiales y centros rosistas del interior: El derecho público en la vida del pueblo y en la doctrina (Revisión Nº 12, diciembre de 1964) y ¿Será un don de Familia? (Boletín del Instituto Juan Manuel de Rosas Nº 7, octubre-noviembre de 1969).
La conferencia dada por Jauretche el día 20 de agosto de 1959 en el local del Instituto fue comentada en la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas Nº 21, primer trimestre 1960: “El jueves 20 del mismo mes un viejo luchador don Arturo Jauretche se refirió ante un público que colmaba la capacidad del local y rebasaba a otras dependencias y a la calle, al tema La Falsificación de la Historia, base de la Política Antinacional. Señaló la necesidad de la Oligarquía Antinacional de fundar su política contraria a los intereses del país en una historia falseada y sin atributos emocionales. Refirióse a la importancia de la labor que desarrolla el Instituto Juan Manuel de Rosas en el esclarecimiento de la verdad histórica y la necesidad de difundir esa verdad histórica por todo el ámbito de la Patria. Su disertación fue ruidosamente aplaudida en varios de sus pasajes y a su término el orador, ovacionado, fue objeto de numerosas demostraciones de afecto por parte de los asistentes”.
En la comida de camaradería del Instituto Rosas realizada el 15 de septiembre del mismo año, conmemorando el 21º aniversario de su creación, ante una concurrencia de 1.500 asistentes, el vicepresidente Alberto Contreras se refirió a la obra de los ex presidentes y distinguió a varios socios entre ellos Oscar Suárez Caviglia, Ernesto Palacio, Juan Oscar Ponferrada, Leonardo Castellani, Ignacio B. Anzoátegui, Ricardo Caballero, Alfredo y Jorge Ortiz de Rozas, Diego Luis Molinari, Raúl Roux, Raúl de Labougle y Arturo Jauretche (Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas Nº 20, 1959).
El 7 de octubre de 1959, Jauretche también se refiere al tema mencionado precedentemente en la localidad de Junín, en un acto organizado por la Comisión provisoria de la filial del Instituto Juan Manuel de Rosas de dicha localidad llamado “Fuerte Federación”. Este evento se llevó a cabo en el local de la Unión Obrera Metalúrgica, “ante una concurrencia de obreros, estudiantes, profesionales, dirigentes políticos y gremiales y mujeres. El Dr. Jauretche hizo un análisis de cómo las fuerzas de la antinación necesitan de una historia falsificada para fundamentar su política a espaldas de las necesidades del país. Muy aplaudido por la concurrencia, el Dr. Jauretche fue objeto de varios agasajos antes de su vuelta a la capital” (Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas Nº 20, 1959)
Jauretche en su Política nacional y revisionismo, trabajo en base a los apuntes de las conferencias mencionadas anteriormente, se refiere a la falsificación de la historia y al papel de los historiadores revisionistas, quienes con una nueva mentalidad impulsarían la recuperación de los valores tradicionales que el liberalismo había intentado destruir: “Los historiadores revisionistas tuvieron que unir su capacidad investigadora para penetrar en la oscuridad y ocultación organizadas, una gran conducta, porque debieron afrontar el sistema de la intelligentzia que así premia con el prestigio y la difusión a los serviles de la falsificación, castiga con el anonimato o la injuria al verdadero historiador…Para perjudicar a Perón lo identificaron con Rosas. Y Rosas salió beneficiado en la comprensión popular. Caseros se identificó con septiembre de 1955 y los vencedores con los gorilas”. Así “la historia falsificada fue iniciada por combatientes que, en el mejor de los casos, no expresaron el pensamiento profundo del país; por minorías que la realidad de su momento rechazaba de su seno y que precisamente las rechazaba por su afán de imponer instituciones, modo y esquemas de importación, hijos de una concepción teórica de la sociedad en que la que pesaba más el brillo deslumbrante de las ideas que los datos de la realidad; combatientes a quienes posiblemente la pasión y las reacciones personales terminaron por hacer olvidar los límites impuestos por el patriotismo para subordinarlos a intereses foráneos que, estos sí, tenían conciencia plena de los fines concretos que perseguían entre la ofuscación intelectual de sus aliados nativos”.

domingo, 10 de mayo de 2009

ACTIVIDADES A REALIZARSE DURANTE EL MES DE MAYO DE 2009


Las siguientes actividades académicas se realizarán en el
Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas
Lugar: Montevideo 641 (entre Tucumán y Viamonte) Capital Federal Entrada libre y gratuita
Informes: 4375-5669 / 4373-7039

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "ESTEVEZ, VIDA DE UN CRUZADO" de Federico Gastón Addisi




INVITAMOS A TODOS A LA PRESENTACION DEL LIBRO "ESTEVEZ, VIDA DE UN CRUZADO". LA MISMA SE EFECTUARA EN EL INSTITUTO NACIONAL JUAN MANUEL DE ROSAS, EN LA CALLE MONTEVIDEO 641. AUTOR: FEDERICO GASTON ADDISI. EDITORIAL: FABRO. DIA Y HORA: VIERNES 22 DE MAYO, A LAS 18,30 HS. SE VENDERAN LIBROS FIRMADOS POR EL AUTOR.

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La Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga realizará las siguientes actividades académicas:


XLVI Seminario de los Caudillos dedicado a la Revolución de Mayo de 1810



Jueves 28 de mayo 18,30 hs.
“Los grupos políticos previos de Mayo” por el Prof. Jorge María Ramallo

Viernes 29 de mayo 18,30 hs.
“El primer Ejército Patrio” por el Prof. Fabián Bonvecchiato


Prof. Jorge María Ramallo: Profesor emérito de la Universidad Católica Argentina. Ex docente de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad del Salvador. Miembro de número de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina., de la Academia Nacional Sanmartiniana, de la Comisión Nacional de la Reconquista y del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Fundador y miembro vitalicio de la Fundación Nuestra Historia. Miembro titular de la Sociedad Argentina de Historiadores, del Centro de Estudios Hispanoamericanos y de la Corporación de Científicos Católicos.

Prof. Fabián Bonvecchiato: Profesor de Historia (Instituto Joaquín V. González). Vicepresidente de la Agrupación de Recreación Histórica Argentina.

Contáctese con la Comisión: www.comisionfacundoquiroga.blogspot.com /// comisionfacundoquiroga@gmail.com

Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, su Mística y Simbolismo (2da Parte): "Payada e' Rosas"

Parece mentira: el alma de don Juan Manuel sigue viva en nuestro folklore... Por momentos, y haciendo uso de la memoria, me lo imagino a Martín Fierro maldiciendo porque "Ya no sean tiempos de Rosas", cuando el gaucho era gobierno y tenía más derechos que nadie en la Campaña bonaerense... Todas las coplas eran para él. Todos los cánticos criollos se dirigían a don Juan Manuel.
La prueba de que la figura de Rosas aún alimenta el acervo folklórico es la pieza que a continuación les transmito. Es solamente una "payada", que busca ser el "contrapunto" que lance la presente generación, de la que formo parte biológica y cronológicamente. La escribí hace algunos días y, hasta ahora, solo he encontrado comentarios favorables. Espero que a todos les guste. Tómenla como lo que es: otra muestra genuina de ese "Simbolismo y Mística" que hace al Ilustre Restaurador de las Leyes.


Payada e’ Rosas

(escrita por Juan Martín Grillo, 02.05.09)

Empréstenme su atención
La pucha! si ganas suebran!
Cosiendo el poncho se enhebran
Los hilo’ de nuestra historia
Y si se pierde en la memoria
Quédese manso y lo encuentran

Más hoy quisiera contarles
Sobre hechos mal difundídos
Que ansí nos han confundío’
Dejándonos en mala cosa
Y a don Juan Manuel de Rosas
Lo han condenao’ al hastío

De este varón quiero hacer
Tuito suyo el homenaje
Por ser grande entre el gauchaje
Muy amao’ y respetao’
Y aún ansí, crucificao’
Por las plumas ‘e los salvajes

Su honor y pura bondá
Su sentimiento argentino
Jüeron radiantes caminos
Pa’ esta Patria en formación
Él creó la Confederación
Haciendole caso al destino

Viváo por gauchos y negros
Ni el indio le jüé un problema
“Hombre de astucia serena
Ese Rosas”, dice el pampa
Si hasta los tuvo en sus estancias
Haciendo de ello su emblema

E’ por si esto jüera poco
Enfrentó siempre a los gringo’
De a chuza, lanza y con pingo
O de a cañonazos cruzaos
Dejándolos bien rezagaos
Pa' que rajaran a los brincos

El Libertador le dio su sable,
Por defender estas tierras
Por librarlas e’ la ingerencia
Del francés y del breton
Por dejar siempre el corazón
Pa’ proteger su Bandera

Ahijuna! Somos rosistas
Se decía en aquel entonces
No había maulas ni pobres
Ni un poquito e’ corrución
Grito “¡Viva la Federación!”
y el Restaurador, que es su hombre

Pero la dicha acabó
Desde aquel día de Mayo
Día ese en que un cipayo
A esta Patria la vendió:
El muy sonso se pronunció
Siendo de "Pedro" el lacayo

Se pélia y se combate
Se da la vida por la causa
Pero las balas ya no alcanzan
Y hasta las filas se rompen
"Caseros", ese es el nombre,
De la derrota y la infamia

Juan Manuel ya ha de irse
Con su hija siempre a su lao’
Los “pericos” lo han hechao’
Y ya naides le responde
Solo le quedan temores
Por su pueblo desgraciao’

Y ansí terminó sus días
Este singular patriota
Volviendo al campo de otra
Tierra lejana, allá al confín;
Murió exiliao’, cual San Martín,
Grande en vitoria y derrota

Se pasó algo mas di un siglo
Pa’ que lo dejen retornar
Pero, que grata casualidá,
El pueblo al líder nunca olvida
Y con claveles rojos lo vivan
Al ver su cuerpo pasar

Con esto via' despedirme
Invitando ansí a que lo piensen
Les digo, y aunque entristece,
Recuerden la lección valiosa
La de Juan Manuel de Rosas:
Por la Patria, la verdad siempre vence

viernes, 8 de mayo de 2009

INVITACIÓN ESPECIAL - SABADO 9 DE MAYO, 21 hs - Recital de Roberto Rimoldi Fraga

PARA RECORDAR Y REVALORAR LO NUESTRO

Sala de cine y teatro "San Pedro"
Bermúdez 2052, Capital Federal (a metros de Álvarez Jonte)
Tel 4639-1879

presenta a...


ROBERTO RIMOLDI FRAGA

"el Tigre"

Sábado 9 de Mayo a las 21hs
-valor de la localidad $30 - entradas numeradas-


Estimados y Estimadas:

Quiero retransmitirles esta invitación que me ha llegado. Confío en que la divulguen, no solo por su valor artístico y cultural, sino además porque la Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga, a la que represento como Coordinador General, rendirá un merecido homenaje a don Roberto Rimoldi Fraga por su tarea cultural en pos de la defensa y reivindicación histórica que siempre ha realizado en favor de nuestros Caudillos Federales. Espero contar con su presencia y desde ya muchas gracias.-

Saludos Cordiales.-
Juan Martín Grillo.-

viernes, 1 de mayo de 2009

En Referencia al "Cóndor Ciego" de nuestra Historia

"Un Patriota que perdió su Patria"

por Eduardo Rosa

Desvaríos mios asumiendo al fantasma de Juan Lavalle, escritos ayer en servilletas de café y leídos en el homenaje a mi padre y presentación de "José María Rosa, el historiador del pueblo" de Enrique Manson y "El Cóndor Ciego" re-edición de J.M.Rosa.
(Para los que no conocen al libro "El Cóndor ciego" o no recuerdan la historia de la muerte de Lavalle he puesto llamadas)



Juan Galo Lavalle
Del cielo a la tierra


El cóndor sube (1)
Debe faltar poco
Ellos saben, han leído mucho (2)
Yo soy un soldado
Tengo el honor, la espada y los recuerdos
¡NO!... Tal vez no supe interpretarlos
Bajaré, hablare con mi enemigo
No para pedir clemencia
Mi honor no lo permitiría
Le diré que me han puesto en el camino equivocado
...Yo no quería empezar esta masacre
No sé como bajar...
Yo conozco bien a mi enemigo
No quiere lo mismo que yo
Pero es un hombre de honor
Yo también lo soy
Esos feroces colorados del monte también lo saben
Me dejaron pasar sin recelos (3)
Esperaré a que se despierte y le ofreceré un mate.
General Rosas: Me usaron
Me empujaron
Y me hicieron abrir las puertas del infierno.
Mire estas cartas
Me piden que haga lo que hice
y luego tape las huellas
que queme estas cartas. (4)
… no las quemé.
¿Podremos detener esto?
Hoy me ofrecieron el grado de Mariscal
del ejército francés... (5)
¡¿QUIEN SE CREEN QUE SOY?!
… Usted pisará el suelo de lo que llama su Patria
y la gente alborozada se le unirá...
¿Donde está la gente? (6)
Solo veo caras hostiles
y lanzas hechas con rústica tacuara
El Cóndor ha vuelto a ascender
La luz debe estar cerca
enhebro pueblos vacíos y derrotas
Por tramos acompaña mi vuelo alguna mujer
Pero no quiero atarlas a mí.
Ya no sé quién soy
Solo ellos, los hombres de luces saben el rumbo
No pueden haberse equivocado
Son muy superiores a esos palurdos de chiripá.
Mis hombres desertan
A veces para unirse al enemigo
¿Será el enemigo?
A veces por cansancio
Otros ponen en práctica sus ideas
contradiciendo las mías.
¿A Corrientes? (7)
¡No! Eso haría que ellos se reúnan.
Es preferible que haya dos frentes
… Pero igual se van.
¿Y la luz? ¿Y la luz?
Solo obscuridad
… desvarío...
¿No será que la verdad no está en lo alto
sino que resida en el suelo?
La tierra es donde ellos se sienten cómodos
Es donde están enterrados su padres y abuelos
Es la que alimenta sus animales
… su maíz
...sus leyendas
Es con adobe que haces sus casas, sus iglesias
y su orgullo
Es en la tierra donde plantan su bandera
insolentemente azul
… Voy a dejar de buscar
la luz prometida y esquiva
Plegaré mis alas
y volveré a la tierra
para comprender
para descansar.


Eduardo Rosa
fin de abril del 2009



NOTAS:


(1) Bárbaro juego que consiste en cegar un condor para que este ascienda en una desesperada búsqueda de la perdida luz y luego se deje caer cuando comprueba que no habrá más luz pare él,
(2) Lavalle se refiere a la logia que lo incita con cartas (Valentín Gómez, Salvador M. del Carril, el cura Agüero).
(3) Viendo inútil su campaña, Lavalle se llega hasta el cuartel general de Rosas y lo dejan pasar sin temer, pese a las matanzas y crueldades del ejército de Lavalle.
(4) "Cartas como esta se queman" decía un prudente Salvador María del Carril, en carta a Lavalle incitandolo a fraguar una historia "potable" sobre el fusilamiento de Dorrego, de diciembre de 1829
(5) Lavalle rechaza el ofrecimiento entre indignado y desconcertado.
(6) Cuando usted pise la provincia de Buenos Aires, la gente, harta de Rosas, se le unirá entusismada, le decían.
(7) La última deserción fué para unir el resto del ejercito con las fuerzas del gobernador correntino Ferré. dejando a Lavalle con solo 200 hombres.